lunes, 14 de julio de 2008

LA INTIMIDAD DE LA PIEL

LA INTIMIDAD DE LA PIEL ( I )



Sé ...
que aún vivo
porque me nombras,

en esos instantes
sin limites.





I


Qué palabras tan bellas,
me dijiste con la mirada,

qué silencios enmudecieron mis labios.

¿Por qué siento cuando callas,
tus palabras sin sonido ...
arbolarme los sentidos?

Y supe que sabias,
cómo resumir ...

toda la miel del mundo.


II


Cuando compartes tu cómplice silencio
sobre la extensión de las sábanas,
en tu mirada veo la desnudez
que delata,
al que gustosamente va a ser vencido,
al humilde devoto de tu cuerpo.

En esa tímida intimidad
vivida sin prisa,
casi sin hacerse notar ...

me quedé dormido
en brazos de ese sueño.



Porque nada me importa perderme en él,
si en cada amanecer ...

aparecen tus labios.



III


Porque también he sentido,

desnudas sábanas tapando
ardientes sueños plagados de manos
y volcánicas palabras arrullando las orejas
y ante todo ...

tu presencia,

tan transitable,

que me doy por perdido
cada vez que abres mis sábanas.



IV


Quizá fue aquel temblor litúrgico
que se ciñó a mi cuerpo,
ante el tacto humedecido de tus dedos.

Tenerte así,
a mi lado,

tú cercanía despoblando mis dudas
ralentizando ese instante supremo
de cuerpos rozándose,

detenerse en los bordes crepusculares de tu cuerpo
y descubrir ...

ese inédito saber
entre la serenidad de tus pechos.



V


A veces recuerdo ...

ese leve parpadeo musical
con que decorábamos las primeras caricias,

en ese escenario de siluetas,
buscándose ...

esa forma de sentirse,

de llenar nuestros buzones
de letreros luminosos,

tan visibles ...

como tus labios
tendidos sobre los míos.

Amarse ...
bajo el primer bostezo de la luna.



VI


Bella es...

esta sensación de semáforos abiertos
abrazando la solitaria mansedumbre de tu piel,

de húmedas páginas abriéndose
entre el calor de tus muslos.

Pero más que nada,

agradezco ese abordaje pirata
con que aceptas mi rendición incondicional
para derrocharme por entero a tu lado,

sentir cómo tiemblan los minutos,
con la misma impaciencia
de un bebé buscando pecho,

mientras esparces
esa larga cabellera de nubes
sobre la intimidad del abrazo.

VII

La luz en celo de tu mirada
me abraza en noches como esta
en que agradezco el calor de tu cuerpo.

Pero sobre todo ...
el asedio al que me tienen sometido
tus labios.



VIII


Mi mirada necesita
todo lo que duerme bajo tus párpados,

por eso ...

mis ojos vagan por tu cuerpo
buscando estacionamiento.



IX


Esa parte de ti
que tiembla como un pajarillo
cuando mis palabras enfundan el pijama
y se despiertan tras tu oreja,
cuando desesperadamente recorro tu desnudez
con el impudor de mis ojos lascivos,

cuando esos pechos respiran
el aire de mis labios.

Esa parte ...

que no cede ni un palmo de terreno
ante la invasión de mis manos.



X


A veces siento ese extraño placer
deslizarse con la fragilidad de una pluma
sobre el tiempo dibujado en tu lápiz de labios,

donde solamente pasa la vida
como la pólvora entre tus labios,

el carmín desnudo que vivimos
temblando sobre ese íntimo rumor, que no cesa,
matando la soledad en cada esquina,
buscando amanecer entrelazados
y llenar las sábanas de amor.

Ahí esta,

tu mirada
tiernamente perversa,
viendo crecer la hierba del silencio,

mientras esparces tus cabellos por mis ingles.



XI


Ayer ...

te buscaba el pulso de mi mano
y un frío extraño se adueñó
del papel en blanco.

Sabes que te amo con las luces encendidas,
que sin ti se apagan
las fechas de mis días.

Sabes que he de saber que existes
en ese espacio...
que distancia cada palabra,
cada beso.

Sabes que ya nada me queda
que no viva rendido a este sentir
y se que soy solamente tuyo
cuando cierro los ojos al quedarme dormido.


XII


Contigo,

cada momento cobra nuevo sentido,
en ese afán tan navegable
que despliegan tus labios
mimosamente encuadernados.

Contigo,

mi inquieta mirada
llena de nadadores,
necesita la belleza de ese templo
de césped interminable
lleno de humedades,
sienta plaza en tu cuerpo.

Contigo,

vivo y sueño despierto,
el deseo
a reclamarte todo el tiempo del mundo.



XIII


Esa manía de cerrar los ojos para verte mejor
o de abrirlos para soñarte,

de escribir palabras que huelan a ti
que paseen sus tibias silabas por tu piel,

que midan el ritmo exacto de tus pulsaciones,
de tus latidos,

que puedan amanecerte
o inventarte mil sueños,

y si lo vieras oportuno ...

se hagan voz
sobre esta mudez compartida.

Algún día
escribiré tu nombre,
en el infinito de una página en blanco.


XIV


Me llega tu voz templada
entre este aire desnudo,

adormecido,

recorriendo las desiertas bóvedas
de mi silencio,

el vacío de mis papeles hambrientos.

Envuelta,
en palabras que solo yo entiendo
se posa sobre mis orejas,

después,
se desliza
lentamente,

dentro de mi.


( ... no la acaricio
por miedo a herirle las alas. )



XV


Es tu desnudo ...

el que me hace palidecer
ante tu mirada anacarada,

son esos labios de tráfico lento
que abrieron sus maletas
para dejarme sus primaveras
colgadas de mi corazón en paro.

Es tu desnudo ...

un baile de sorpresas,
un bello recurso de hojas tibias
envolviendo tu navegable silueta,

derramando el azul entero
en mis adentros.

Es tu desnudo ...

el que hay bajo tu vestido
donde un ramo de flores arde.


XVI


Tal vez no recordarás,
aquellos imprecisos gestos
con que arrullabas tales palabras,
casi, hasta musicaban el aire
que tus labios despedían,

incluso parecías bella
tras la sombra de un vaso,

( y pensar ...
que tantas noches te he deseado,)

aquel impudor con que movías los labios
tras mi oreja,
cuando hablabas en no se que idioma,

el rastro de saliva qué ibas dejando
tras peligrosos latidos
en aquel oscuro portal.

Pero sucedió ...
el reloj soltó amarras
ante tu pulso atrevido

y se desbocó ...

ante la forma que tienes de bajarte las bragas,
de abrir la cremallera del deseo.



XVII


Con tus caricias
me hiciste brillar,
en todo mi esplendor,

hiciste burbujas de silencio
sobre mi cuerpo almidonado,


en todas mis rutas estabas,
mimándome
sobre las cuerdas del arco iris,

perpetuaste el tiempo
en la llama exacta,

sé que adoré unas cuantas palabras,
no las pronuncié,
las dejé mecerse,
mudas
sobre tus orejas,
rozarse,
flotar sin timón ...

y alzaron sus velas sobre tu piel.

Se adivinaron
al despuntar el alba.



XVIII


TU,

Que esta noche me has consolado,
bebí en tu copa la ebriedad de esas horas,
manaron sueños sobre tu ceñida piel,
pulsé la lira que me ofrendabas
y tus susurros encelados
estremecían el barro que tus manos iban modelando,

la luz parecía brotarte
de tu cuerpo mismo,
como un resplandor desnudo
sobre la fragilidad de mi piel,

nuestros cuerpos se deslizaban entre si
como voraces cataratas al rumor de la vida,
quemando cada palmo de soledad,

acariciaste mi cuello, mi alma,
me arrullaste entre tus pechos,
después ...
abriste las manos.

¡ cuántos pájaros sueltos ... ¡



XIX


No es posible,
ni siquiera podía imaginarlo...

que de repente el tiempo se durmiera
en mi mirada

a través de la cortina
te observaba,
desde los ojos grandes del asombro,

tu hermoso cuerpo.

Creo que quedé como idiotizado,

el agua peregrina de tus manos
recorriendo la inmensa geografía
de tu plenitud,

tu sonrisa de luz recién cortada,

mirándome.



XX

Espejabas luz virginal
entre el frescor de esos dorados muslos,
joven plenitud del sol, de la vida,
piernas sabrosas, largas y florales,
espléndido y maravilloso culo prieto,

fulgura en tu piel ese oro melado,
la suavidad de luna en tus pechos
y el fulgor de flores iridiscentes
entre tu ondulado cabello marino,

hueles a mar y algas femeninas,

tus párpados abren sus ojos límpidos,

tu piel como seda amorosísima
incendiada de soles,
por donde mis manos aletean de silente deseo.




¿ dónde esta el amor?
dorado placer de contemplarte.

Desnuda como estabas
en el centro de la habitación,
inundándola de luz y belleza,
con el fulgor de una diosa ruborizada
de mitos y leyendas,
sin edad ni tiempo,
tanta sensualidad bajo ese aura angelical,

¿ dónde esta el amor?
dorado placer de contemplarte.

La belleza
sacraliza la vida.



XXI


El tiempo goteaba...

al rítmico palpitar
de dos voraces cuerpos, entregados,
las lenguas dibujaban un mudo idioma,
sobre la piel enardecida
se instaló un cimbreante rumor
de labios compartidos,
de húmedas rendiciones
inundando las alcobas de nuestras vidas.

Después,
abandonamos nuestro ardor
en brazos del sueño,
en el sosiego
que nuestros cuerpos cumplidos despiden.

El tiempo ...
se dormía a tus pies.



XXII

Al amanecer,

después de recorrer exhaustivamente el deseo
que puebla nuestra carne,

su lenguaje
de fragantes estaciones,

de muchedumbres dormidas,

después de abrasarnos
en la hoguera del latido ...

Al mirarnos,
supimos
de esas horas prodigiosas,
de ese ardor incontenido
que se nos fue de las manos
provocando un gran incendio,

sus restos ...
se encargaron de cubrirlos las sabanas
al despuntar los primeros rayos de luz.



XXIII

Tú,

mi hermosa
tentación,

soy,

ciega enredadera
trepándote ...

ese latir verde
que te respira.


XXIV

Todo este tiempo
evocando inútiles pasajes,
sin apercibir ...
que bellamente me esperabas

desde mi incertidumbre,

( ajeno,
a tu propio silencio, )

brillando tú,
en esos días olvidadizos
tan propios de mi.

Ahora sé,
de esa ilusión tuya,

me esperabas ...
igual que se espera a los trenes,

en tus manos la esperanza se estacionó
y en sus andenes comprendí ...

la sensación de estar
frente a tu mirada.



XXV

Fuiste la realidad que nunca busqué
que el azar tuvo a bien regalarme,

esa belleza imprevista ...

concierto de acordes de un hermoso cuerpo
que fue solamente mío, una noche.


Vestiste de suave música
mis labios,
los llenaste del sentir de la vida,

dejaste abrazado mi sueño
a aquel breve parpadeo
cuando los primeros rayos de luz
despertaron tus ojos...

llenándome de eternidad.

Ahora, en la mañana,
huele a primavera,
guarda estos pétalos de rosa
robados en el jardín del hotel
en tu libro mas amado
antes de que se marchiten,

como recuerdo de esta efímera felicidad.

( No fueron breves,
la hermosura de esas horas,
ni escasa la dicha de esa fortuna ...
que hoy escribo.

La belleza carece de tiempo
y su fugaz reinado, será eterno.

Acepto la gloria
de saber que lo he vivido.)



XXVI


Nos sentíamos tan lejos del mundo,
absortos ...
en la ilusión que íbamos sembrando
y que estaba en el brillo de nuestra mirada.

Nos sentamos al borde de la acera
frente a los Jardines de la Reina,

envuelta en blancura como estabas,

la belleza de esa imagen
unida a la frescura de tu juventud.

Un regalo de los dioses, me dije.

Mas, de pronto,
saltas ...
con la graciosidad de una gacela
sobre la hierba del jardín,

tus manos forman un ramo de flores,
que en mi mano depositas,
sonriendo ...
meciendo un dulce sueño en la mirada.

Cómo expresar la hermosura de ese momento ...

la gracia de tu cuerpo sobre la hierba recogiendo flores,
el pequeño milagro
que depositaste en mis manos.



XXVII (Amor prohibido)

Sabemos del tiempo que se nos agota,

la tibieza de esos furtivos momentos,
la gracia de tu cuerpo tendido
sobre la claridad de las sábanas,

la luz de tus pechos
dormida junto a mí,
meciendo
el atrevido pulso
del tiempo.

Y de repente ...
te levantas,

con esa suntuosidad,
con esa gracia de movimiento,
te asomas a la ventana
cierras los ojos y suspiras ...

la luz penetra
dibujando tu hermosa silueta
en mi retina,

tu cuerpo dentro de esa pequeña camiseta,
la espléndida redondez de esas nalgas,
el delirio trazado sobre esas perfectas curvas,

brillando en la penumbra.

Siento la vida
a través de tus ojos
cuando me miras,
cuando ahondas en mi silencio
y lo llenas de ternura ...

( y cerramos los ojos
porque teníamos miedo,

de sobra sabemos...
nuestra condena. )




XXVIII

En silencio permanece el rumor del agua,
la gracia de las hojas
flotando en la mudez del aire.

Tu rostro,
el que realmente busco
recostado sobre el alba de mi hombro,

el clamor...
de esa calma verdadera
que tus manos despiden sobre mi piel.

Sepultados dejaste mis demonios,
reconquistaste mis días
de entre las sombras,

lavando mi desnudez
bajo la fuente más profunda
de tu esencia.

Floreciste ...
cual rosa silvestre
entre mis espinas.



XXIX


Sabes que hemos sido extraños
tras ese temor y sus cicatrices,
dentro de ese enredado tiempo
de días sin sentido,

de sentir el plumaje de tu voz
como un deseo azulado,
prendido sobre la solapa del miedo,

y ya no es la costumbre
de rozarte con la mirad
o de campanas anunciando
solitarios saldos de sueños cansados.

Después de todo,
difícil es
dudar de tu existencia,


con esta herida abierta
incapaz de poner las fechas en su sitio
y esa lágrima extraña ...

de lo que pudo haber sido
y no fue.




LA INTIMIDAD DE LA PIEL ( II )


El tiempo ...
ni murmura,

ni despierta al silencio,


cuando el silencio duele ...
de párpados adentro.



I


Muéstrame la topografía del alma
donde el frío hendió su estela de escarcha
y el tiempo grabó sus hirientes pérdidas
con la ceniza
de la apagada lumbre vivida,

ese exiguo fardo mellado
en el devenir del sueño.


Si pudiese sentir el verbo,
recogerme en ese silencio de luz almendrada ...

al menos podría dormir
bajo tus párpados.



II


Tu cuerpo es un ramo de rosas,
de avenidas cálidas,
de anuncios luminosos,

latidos de orquídeas ...

Tus labios abuhardillados que tanto amé,

¿por qué tuve frío?. Y la copa quebró
en el abrazo de la noche ajazminada.

Con temblorosa mano deshilé el estampado de tu mirada
sin despertar el sueño dorado de su vaina,
ni desrizar las pestañas
donde los barcos zarpan en encendidas nubes
en bocanadas de aire sigiloso,
con la sonrisa de ese rumor de pétalos
en los pasillos del corazón,
besando las temblorosas lágrimas de un adiós
pasajeras varadas sobre la cálida piel.

Por qué el desamor telefonea
a la sombra de una ginebra
y el cigarro se consume entre los vaivenes
de un tren que no se detendrá...

temblarán mis manos sobre los escaparates del recuerdo ...

reventarán mis venas,
allí donde bulle la vida...

cuando se acerque chorreando de estrellas,
tu ausencia,

y su sigiloso perfume
se pierda
en algún pañuelo
de lluvia sombría.




III ( náufrago )


Cuando sientes el delincuente frió
de unos labios
firmando la factura del engaño,

el verso innecesario de una mirada
que certifica una defunción.

Es entonces ...

Cuando el dolor se conjura en la intimidad,
se apoya en el hombro más débil,

ese que lleva en su mano
la botella de náufrago.



IV ( lo realmente terrible )


Sin apenas contenernos dentro de la mirada,
sabemos nuestra condena,

lo realmente terrible
no es la soledad de las paredes,
el luto silencioso de los andenes,
los trenes que no supimos llegar a tiempo,
los que perdimos ...
esperando un mejor destino.

Lo realmente terrible,
es que sólo pueda sentir la vida
a través de tus ojos.

Ni siquiera el dolor importa ya.

El llanto rompe los odres de la noche,
la luz de caricias, enterradas bajo las sábanas,
la ausencia que tu silueta dejó,
por donde me asomo para buscarte
y al fondo
nunca te encuentro.

Lo realmente terrible,
son las fronteras que trazan tus labios,
el silencio hundido en mi carne
como un puñal
en mis sueños de esperanza.

Ni siquiera el dolor importa ya.

Lo realmente terrible,
es que sólo pueda sentir la vida

a través de tus ojos.


V ( el amor duele )


No dejé de inventar motivos,
para al menos
seguir vivo.

Solo quiero respirar ...

Si las culpas muerden
volveré a sangrar.

Nunca quise llegar a ninguna parte,
aunque nunca dejé de correr,

nunca busqué
respuestas a cada latido.


Me di cuenta del amor ...

porque dolía.



VI ( la pérdida )

(Solitario luto de la carne,
bajo esas alas inciertas
que envuelven los sueños,

bajo sabanas de maleza
que el tiempo depositó.)



Solo me queda gritar
al vacío de la mirada
cuando ya nada me quede.


Solo quiero respirar
bajo cualquier latido.


Si las lágrimas pesan
aprenderé a nadar.

Supe del sabor de la sangre...

porque siempre cae
del mismo lado
la derrota.

Quien realmente sabe de amor
es quien ha perdido.





VII ( la espera, a SONIA )


A cuántos trenes diste paso
sin ver estacionarse el de tu vida,

cuántos pretendiste como tales
y ni siquiera se dignaron a parar,
tratando de retener su perfil
la caricia exacta de su mano,

la luz de esos sueños alados, esbeltos
que meces bajo tus párpados ...

y ahora cansada
sentada sobre el andén,
tus ojos dibujan tantas esperas ...

en tus ojos de mujer
se asoma una niña, sola, desorientada,

abocada a una búsqueda.



Y así pasa el tiempo, la vida ...
esa que,
largamente,

te va diciendo adiós.



VIII


Las hojas húmedas del deseo
colgadas de los alerones del sueño,

tanto me recuerdan tus muslos,

aquel juego de náufragos avituallándose
de la misma brillante saliva.


Pero sé ...

que esta desoladora herida
no se cerrará entre tus labios,
va vertiendo su sangre en el camino,
en el sueño ...

al que nunca llegaremos.



IX


Extraño ese perfil tan cotidiano ...

Como desdoblar del tiempo,
la silueta que dibuja tu ausencia.

Sentir ...

la gélida piel del recuerdo
y no poder esperarte nunca.

Construí con frenesí
una gran mansión almidonada de sueños,

y a lo largo de sus blancas paredes,

te lloré.



X


La nada impalpable donde habitas,
ausencia sonámbula del recuerdo.

Ando solo,

sobre la sombra
que tu huella dejó
sobre mi almohada.

Es tan sordo el silencio

cuando callas ...




XI

Habitamos esta ambigua transparencia
donde el destino inflexible
se viste de ausencia.

El tiempo va desgrumando los restos,
que lo no vivido deja,
y en el crepitar de la noche desvivida,
en el cerco de ese rastro indeleble,

no existe la piedad ...

los días corren cimbreantes
sobre la asentada tierra,

el miedo y el dolor callan sordos.

Mis versos acarician tu corazón
y te visten por dentro,

ni tu silencio podrá callar,
el hueco en ti ...
donde habito.



XII ( olvidarte )


Siento,
de nuevo
esa suave porcelana
de tus besos,

colgados sobre tantas palabras ...

que ya no me caben en el puño cerrado
sobre tu recuerdo,

aunque a veces percibo
ese suave latido,
tras amontonados silencios
e invento carencias
para eludir el final.

Difícil es ...
por cierto,

olvidarte.

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